martes, 18 de febrero de 2014

Chejov para niños y adultos

La editorial Gadir vuelve a sorprender con una publicación de un cuento que gustará tanto a los adultos como a los lectores de a partir de unos nueve años. En Kashtanka, historia de un perrito,Chejov nos cuenta una historia sencilla dentro de su habitual tendencia realista, propia del momento. Sin embargo, Kashtanka tiene una peculiaridad: nos presenta la historia desde el punto de vista del perro que la protagoniza. No es que el perro cuente la historia, sino que el narrador se sitúa en el lugar del animal para relatar los acontecimientos. 
Kashtanka, que quiere decir castaña, es un perrito que vive en la casa de un carpintero borrachín. Un día, al salir con su dueño a hacer unos recados, por un despiste de ambos, Kashtanka se pierde. Su situación es terrible. Está anocheciendo, no puede olfatear las huellas de su dueño, no ha comido casi nada en todo el día y está empezando a caer una fuerte nevada. 
Éste podría haber sido el fin de Kashtanka de no haber tenido la suerte de ser encontrado por un hombre bondadoso que lo lleva a su casa y le da de comer. La historia se complica cuando se descubre que el hombrecillo adiestra animales para ganarse la vida. Pero no es un dueño malo. Trata bien a sus animales, les ayuda y les alimenta. La narración continua, pero no quiero estropear la historia contando su final. 
Hay que hacer una mención muy especial a la ilustración de este libro. Está realizada por Raquel Marín, que logró el Premio de ilustración Inluve, que elige para sus dibujos en este cuento una elegante combinación de colores.



lunes, 3 de febrero de 2014

Cuentos de Tokio

Cuando cogí esta Cuentos de Tokio de entre las muchas películas que esperan en las estanterías de la Biblioteca de San Jorge, poco me imaginaba que estaba escogiendo una de esas obras que marcan un hito en la historia del cine.  Dirigida porYasujiro Ozu, calificado como  reconcentrado y perfeccionista en su trabajo durante mucho tiempo, fue considerado como uno de los directores "más japoneses" y, como tal, no fue muy conocido en el extranjero hasta la década de los sesenta. Con   Cuentos de Tokio consiguió hacerse con una de las valoraciones más altas en las listas de cine. Para ello, Yasujiro Ozu no recurrió a medios complejos ni a tramas intrincadas, sino que se centró en una historia extremadamente sencilla: un matrimonio anciano, que vive en Omichi con su hija pequeña, decide ir a Tokio para visitar al resto de sus hijos y ver cómo han progresado en sus carreras. Una vez llegados a la gran ciudad y recibidos con ceremonia por parte de sus hijos y sus respectivas familias se va abriendo una brecha entre las dos generaciones. Los jóvenes, ocupados en su trabajo, en prosperar y hacer dinero, consideran un estorbo a los padres y consideran la posibilidad de llevarlos a una residencia para estar más cómodos. Sólo la joven nuera, que ha perdido a su marido en la II Guerra Mundial, comprende su sufrimiento y los ayuda en su soledad.
La historia, que se cierra de modo trágico, es un canto sobrio al paso del tiempo, simbolizado en los barcos y trenes que parten de Omichi y el tic-tac del reloj. La obra da a entender cómo el director realizó durante mucho tiempo películas de cine mudo: escenas de las que el espectador deduce de las imágenes la realidad sin que se cruce una palabra son uno de los mejores valores de esta obra.