lunes, 3 de febrero de 2014

Cuentos de Tokio

Cuando cogí esta Cuentos de Tokio de entre las muchas películas que esperan en las estanterías de la Biblioteca de San Jorge, poco me imaginaba que estaba escogiendo una de esas obras que marcan un hito en la historia del cine.  Dirigida porYasujiro Ozu, calificado como  reconcentrado y perfeccionista en su trabajo durante mucho tiempo, fue considerado como uno de los directores "más japoneses" y, como tal, no fue muy conocido en el extranjero hasta la década de los sesenta. Con   Cuentos de Tokio consiguió hacerse con una de las valoraciones más altas en las listas de cine. Para ello, Yasujiro Ozu no recurrió a medios complejos ni a tramas intrincadas, sino que se centró en una historia extremadamente sencilla: un matrimonio anciano, que vive en Omichi con su hija pequeña, decide ir a Tokio para visitar al resto de sus hijos y ver cómo han progresado en sus carreras. Una vez llegados a la gran ciudad y recibidos con ceremonia por parte de sus hijos y sus respectivas familias se va abriendo una brecha entre las dos generaciones. Los jóvenes, ocupados en su trabajo, en prosperar y hacer dinero, consideran un estorbo a los padres y consideran la posibilidad de llevarlos a una residencia para estar más cómodos. Sólo la joven nuera, que ha perdido a su marido en la II Guerra Mundial, comprende su sufrimiento y los ayuda en su soledad.
La historia, que se cierra de modo trágico, es un canto sobrio al paso del tiempo, simbolizado en los barcos y trenes que parten de Omichi y el tic-tac del reloj. La obra da a entender cómo el director realizó durante mucho tiempo películas de cine mudo: escenas de las que el espectador deduce de las imágenes la realidad sin que se cruce una palabra son uno de los mejores valores de esta obra. 

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